Ejemplos de Asamblearismo en la Historia

Posted in Textos on octubre 14, 2011 by Junta-A

No sería arriesgado decir que la asamblea ha sido el órgano de poder principal en sociedades precapitalistas rurales sin un marcado poder, así como en coyunturas políticas contra un poder ya constituido, en fechas más recientes. Entendemos asamblea como un órgano de poder horizontal, sin líderes ni dirigentes, donde las decisiones se toman por mutuo acuerdo de sus habitantes, sin distinciones de ningún tipo, en especial la de género.
Analizando este modelo podríamos remontarnos a la Edad Antigua, en la que hallamos textos de historiadores y etnógrafos griegos y romanos que nos hablan del funcionamiento de los pueblos tribales fronterizos, más tarde conquistados parcialmente por Roma: francos, germanos, sajones… pueblos caracterizados por agruparse en tribus descentralizadas en mayor o menor medida. Mientras que la actual monarquía británica pretende atribuirse el asambleísmo sajón (llamada su asamblea wittenagemot) como legitimación de su tradicional modelo parlamentario, los francos y los germanos se organizaban en asambleas llamadas respectivamente Campo de Marzo y Mall, donde decidía el grupo tribal, compuesto por hombres, mujeres, niños y ancianos, su destino inmediato. El Imperio Romano, surgido a finales del siglo I a.C., como organización burocrática pretendió acabar con tal modelo político imponiendo el suyo, de una ficción política equivalente a la actual enmarcada en el contexto de hace dos milenios.
El Imperio Romano poseía los comicios, asambleas reunidas en el foro, en un principio, antes de la creación del poder central romano, órganos autónomos de decisión colectiva, pero ahora institucionalizados que dotaban al sistema romano de legitimidad mediante la representatividad de regiones y grupos sociales en ellos, cuando el verdadero poder decisorio recaía en la oligarquía política, y más concretamente en el Emperador. En un intento de institucionalizar las asambleas tribales, Roma juntó los comicios de las tribus integradas en la burocracia romana en el Campo de Marte, reunidos para elegir cónsules o decidir leyes.
En el siglo I, ya en pleno Imperio, surge el cristianismo, doctrina mística revolucionaria creada a partir de la vida y enseñanzas del palestino Jesús de Nazaret, ejecutado por los judíos y los romanos. Sus seguidores, muy minoritarios hasta el siglo III pero desproporcionadamente perseguidos por el poder romano, propugnaban una sociedad comunitaria asamblearia basada en el amor y en la adoración de un dios único. Primero en las villae romanas (casas rurales), y más tarde en las soterradas catacumbas, los primeros cristianos decidían asambleariamente cómo expandir su credo, evitar la represión, la convivencia… Con la institucionalización del cristianismo en el siglo IV tal forma de acción política es perseguida por los romanos y los propios obispos urbanos y fieles, calificando de herejía cualquier intento de retorno a los valores iniciales y asesinando a sus ideólogos (como el caso del gallaecio Prisciliano a finales del siglo IV).

En el siglo V caería el Imperio Romano, iniciándose la convencionalmente llamada Edad Media, en cuyos primeros siglos es una amalgama de reinos, ducados, condados y alguna ciudad enfrentados mutuamente por cuestiones de poder. En este contexto descentralizado aparece como fuerza hegemónica el Landgemeinde, asamblea popular de origen remoto localizada principalmente en las zonas montañosas rurales de Europa Central, y más concretamente en el actual Estado suizo. Incluidas en el Derecho Germánico antiguo como reconocimiento de su status políticos, serían las precursoras del sistema de Cantones suizo típico de la Edad Moderna, corrompido por la llegada del liberalismo parlamentario napoleónico y su triunfo en la Guerra Civil de 1847, quedando los cantones como una federación forzada desde arriba y el Landgemeinde suizo institucionalizado y como un instrumento más del poder estatal, hasta la actualidad.
En el caso de la isla de Irlanda, donde habitan los celtas, éstos en el siglo VII se acomplejan social y políticamente y constituyen una sociedad típicamente asamblearia, sin políticos dirigentes ni tribunales regidos por un poder aparte. La unidad básica era la tuath, donde participaban los poseedores de tierras, los profesionales y artesanos, con una asamblea anual con competencia para declarar la guerra y elegir y deponer a sus “reyes”, delegados frente a otras tuath, que no representantes, pues sólo portaban el mensaje elegido en la tuath y carecían de capacidad decisoria propia sin consultar con la asamblea. Las tuath podían unirse para formar otra más grande, y su jurisdicción era la misma que las tierras poseídas por sus miembros. Se calcula que llegó a haber entre 80 y 100 tuath en Irlanda. Las normas eran las costumbres antiguas e inmemoriales transmitidas vía oral y más tarde escritas por los brehons, gentes elegidas para ello por su conocimiento, no funcionario. Los enfrentamientos bélicos entre tuath eran de muy poca escala, poco más que revueltas. Este sistema duró mil años, siendo totalmente exterminado tras sesenta años de brutal conquista inglesa culminada por Jacobo I en 1603, y desde entonces a propósito olvidado por la historiografía oficial.
En el caso de la Península Ibérica, la coyuntura política creada por la conquista imperialista musulmana y el posterior avance hacia el sur de los reinos cristianos del norte propició la creación de organismos horizontales asamblearios acordes a los que tradicionalmente documentaron romanos y visigodos de los pueblos cántabros y la total ausencia de líderes por parte de los vascones. Los dos ejemplos paradigmáticos son el batzarre (asamblea en euskera) vasco y el concejo (de concilium, asamblea o reunión en latín) abierto castellano, iniciado en la actual Cantabria. Según algunos historiadores, son el heredero del Conventus publicus vicinorum, un organismo político municipal o rural visigodo heredero de la tradición asamblearia germánica y de la autonomía municipal de la última fase descentralizada del Imperio Romano, pero compuesto por los hombres principales del municipio y con atribuciones sólo en resolver administrativamente cuestiones de deslinde y amojonamiento de tierras de cultivo. Otros historiadores ven en el concejo abierto un organismo totalmente nuevo y diferente. En realidad, sólo estaban poniendo en práctica el tradicional derecho consuetudinario regido de la manera más racional existente por entonces: la asamblea.
El batzarre está documentado en Álava en el siglo IX, mientras que la más antigua referencia del Concejo abierto castellano data del siglo X, pudiendo con facilidad comenzar el siglo anterior. Éste era el órgano decisorio de la vida local rural en todo tipo de materias, incluyendo legislativa, ejecutiva y judicial, siendo el rey un simple mediador entre conflictos entre concejos por motivos limítrofes o económicos (destacándose los habidos entre los concejos de Madrid y Segovia por Lozoya, entre otros). Se reunían periódicamente una vez a la semana al menos, hombres y mujeres (viris et mulieribus, según los propios textos originales, pues frente al patriarcado musulmán, ellos proponían la igualdad de sexos), multándose a quien no acudiera por dejadez política, y las decisiones eran tomadas por votación. En villas amplias como Madrid, que en 1202 tenía unos 3000 habitantes, el fuero en parte conservado de ésta (se conservan unos 3000 fueros de villas peninsulares, que no son más que una puesta en escrito del derecho consuetudinario tradicional y en práctica ya; en el caso de Madrid, ya se había redactado uno, perdido ya, a finales del siglo XI, tras la liberación de la villa de Al-Andalus) del año mencionado expone el sistema de administración política de la ciudad mediante diez barrios reunidos en asamblea de la villa cuyos enviados por la asamblea de cada barrio eran meros portavoces a los que se les prohibía tomar decisión sobre temas, siendo obligado su paso por la asamblea de cada barrio para exponer nuevas discusiones y volver a llevarlas a la asamblea de la villa. El punto común de reunión de cada asamblea era la iglesia local, construida por los propios vecinos para culto y funcionamiento político concejil, siendo el propio párroco un miembro del concejo electo y depuesto por el mismo (evitando el centralismo católico); la reforma gregoriana del siglo XI, se apropió de las iglesias construidas por los vecinos de todo el mundo católico, sin entrar en la práctica por incapacidad vaticana hasta siglos después, haciéndoles compartir jurisdicciones eclesiales con enviados de Roma. Estas villas carecían de cárceles, órganos legislativos o judiciales y autoridades gubernativas, pues justicia, ley y gobierno se decidían en la propia asamblea ante todos los vecinos y vecinas presentes o mediante portavoces. No era una sociedad abatida por el hambre, como la historiografía ha intentado imponer en nuestra visión actual, sino que su modus vivendi era mucho más rico de lo que pudiera parecer, llegándose a pedir por parte de algunos vecinos que se rebajara la pomposidad de las celebraciones de bodas. Con ríos, bosques y amplios huertos a su disposición, es difícil pensar que fueran pobres. Además, hasta la toma de Toledo en 1085 y de su respectiva ceca árabe, no se utilizó ningún tipo de moneda en 300 años, sin utilizarse totalmente hasta el siglo XIV más allá de transacciones comerciales externas a las villas. Las comunidades judías y musulmanas podían o no participar en el concejo por decisión propia, no haciéndolo en el caso de Madrid, pero con participación muy activa en el caso de Toledo. Poseían también las milicias concejiles, compuestas por vecinos armados sin burocracias militares ni cadenas de mando, entrenados para defender la villa y con caballería (dato siempre ocultado por la historiografía), con participación en grandes batallas del momento, como la de Navas de Tolosa, en 1212, en la cual fueron el grueso del ejército que derrotó a Al-Andalus.
Hablamos principalmente del concejo abierto castellano y el batzarre, pues en el caso catalán y aragonés, el concejo era cerrado a los prohombres urbanos de poder adquisitivo, que decidían sobre el resto de la población. Pese a que el rey fuera un mero mediador, e incluso podía no haber ni existido en algunas épocas (como los irrelevantes leyes astur-leoneses del siglo VIII y parte del IX), éste existía como parte de una organización estatal con leve herencia romana, pero incapaz de imponerse a la población como había logrado el imperio. El débil Estado de entonces convivía con la descentralización foral, aceptando erróneamente cada concejo su autoridad, como la comentada en conflictos entre villas, así como un conjunto de unos 15 o 20 caballeros por villa enviados por el rey insignificantes frente a milicias de 500 hombres, como en el caso de Madrid. A mediados del siglo XIII agentes del rey hacen recuento sobre fuerzas militares reales y concejiles, niveladas ahora cuando antes siempre habían sido mayores las concejiles. Es entonces cuando el poder real comienza a intentar imponer normas en los concejos, cuando su autoridad interna en éstos siempre había sido nula. Primero lo intenta Fernando III “el Santo”, rey de Castilla (1217 – 1252) y de León (1230 – 1252) prohibiendo determinados actos públicos en la villa, que los concejos ignoran en lugar de dar al rey una respuesta coordinada más contundente. Después el mitificado Alfonso X “El Sabio”, rey de Castilla y León (1252 – 1284) intenta imponer el derecho romano mediante el Fuero Real (1255) y las Siete Partidas (1256 – 1265), provocando una revuelta a gran escala en todo el territorio castellano que obliga al rey a recular y derogar dichas leyes. Tras esto, los concejos seguirían sin coordinarse para atacar al poder real, entrando en una profunda crisis a inicios del siglo XIV aún no lo suficientemente estudiada para concluir sobre sus causas. Lo acaecido es que concejos abiertos como el de Madrid desaparecen y se convierten en cerrados y sólo para un grupo de 12 enviados del rey, en este caso en 1346. El Ordenamiento de Alcalá de 1348 promulgado por Alfonso XI poco antes de la llegada de la peste bubónica recorta convierte el concejo abierto en concejo cerrado, regentado por doce enviados del rey que se llamarían concejales, con un regidor a su cabeza y un corregidor para vigilar la política local y velar por el interés real, que actuaban mandados por el rey y con su respectivo interés totalizador. Apenas hubo resistencias ante este golpe de Estado en toda regla, destacándose la revuelta concejil de Sepúlveda, aplastada por las tropas del rey, y algún foco más. Las diversas guerras civiles entre reinos, entre nobles y pueblo y a nivel urbano, combinadas con la desaparición de un tercio de la población especialmente por la peste, desgastan en buena parte las fuerzas concejiles, colaborando en su derrota. No obstante, perduran el sistema de concejos abiertos en las aldeas menos significantes que las villas y ciudades destacadas aún hoy en día, siendo más recortado éste por las medidas centralizantes de los Reyes Católicos, la segunda etapa de centralización del poder real que completa la de Alfonso XI.

La Edad Moderna supone un crecimiento de la burocratización de los poderes reales iniciada ya en el siglo XIV y sofisticada en el XV, aumentando con ello el dominio de la oligarquía política sobre el resto de sus habitantes. El triunfo pleno de poder burocrático real en la Monarquía Hispánica se culmina en 1521, con la derrota comunera y la definitiva extinción del fuero que hacía posible el concejo abierto. Ésta, manipulada por la historiografía de todo tipo de tendencias (burguesa, marxista…), se inicia en 1520 principalmente ante los gestos de poder pleno y totalmente ignorante de sus súbditos que realiza rey recién nombrado rey Carlos I, emperador del I Reich. La nobleza media y baja y la incipiente burguesía se ofenden de que éste sólo use Castilla para conseguir el dinero que necesita para su colaboración imperial, iniciando una protesta que arrastra a los vecinos y vecinas de una gran mayoría de localidades castellanas a sublevarse contra el poder real. Matan a diversos corregidores y partidarios realistas (en especial alta nobleza urbana y rural), saquean sus casas y queman fortalezas nobiliarias. Pero el pueblo llano busca el retorno al poder concejil socavando la autoridad real, mientras que sus autonombrados líderes están en una situación de privilegio como prohombres de ciudades beneficiados por el concejo cerrado (como es el caso de Juan Bravo como regidor en Segovia, o Juan de Padilla o Francisco Maldonado como jefes de las milicias de Toledo y Salamanca, respectivamente), actuando pues más para dar un toque de atención a la nueva Monarquía que para derribarla en pro de la autonomía popular.
Para lograr arrastrar al pueblo con efectividad, los jefes de la Revuelta Comunera estructuran el movimiento en juntas (asambleas), enviando las distintas localidades sublevadas emisarios delegados (que no representantes, como ha pretendido ensalzar la historiografía oficial) a la Junta comunera reunida en Ávila inicialmente y en Tordesillas después, para establecer las líneas de coordinación y pretensiones políticas del movimiento, tal y como operaba el concejo abierto. Por el periodo de un año retornan las asambleas populares concejiles a las localidades castellanas inmersas en la revuelta, pero los partidarios del rey Carlos I se reagrupan en torno a su enviado, Adriano de Utrecht, e inician una ofensiva militar contra los comuneros, agrupados en un intento de ejército híbrido entre las distintas milicias concejiles y los ejércitos fieles a los líderes de la revuelta, peor armado y formado que el real, que es derrotado en el pueblo de Villalar en abril de 1521. Éste apenas plantó batalla, pues por esa fecha los cabecillas ya tenían miedo de que la situación se saliese de las manos, sin llegar a declarar nunca la guerra al rey ni plantar realmente batalla seria, pues sus privilegios también corrían peligro. Además, Juana I se había negado a erigirse reina de los comuneros en detrimento de su hijo Carlos I, dando un duro golpe al modelo monárquico reformista deseado por los jefes comuneros. La Batalla de Villalar consistió en una matanza indiscriminada de un ejército indeciso y dividido, sin la orden fehaciente de abrir fuego, por lo que muchos de sus componentes huyeron a sus respectivas localidades. Bravo, Padilla y Maldonado fueron capturados y decapitados allí mismo; Toledo resistiría varios meses más bajo una versión más moderada y autoritaria protagonizada por María Pacheco, esposa de Padilla, y el obispo Antonio de Acuña, finalmente claudicando ante el asedio real.
Tras 1521 el poder popular guardará silencia mientras ve a la autoridad real de la familia de los Austrias copar cada vez más el poder urbano y rural. Habría diversos estallidos de cólera popular bajo el siglo XVI y XVII por otros motivos, siendo más importante el de 1640 en Barcelona, finalmente intervenido por la élite aristócrata catalana, moderado e instrumentalizado para evitar una revolución real. Con el aumento exponencial y articulación totalitaria del Estado bajo la Ilustración y los Borbones, con Carlos III a la cabeza, tiene lugar el Motín de Esquilache en 1767, surgido en un clima de crisis económica de fondo donde el estallido es un conflicto con la vestimenta. Durante cuatro días la villa de Madrid retorna a episodios de autonomía concejil tales como desfiles de milicias y primeras conversaciones para restablecer el concejo abierto. Este movimiento, tratado repugnantemente por la historiografía liberal y el arte pro-estatal, no logró consolidarse en todo el territorio, salvo por estallidos de revuelta en varias decenas de poblaciones del Reino, sin articularse entre ellas y abandonando las armas ante las promesas reformistas de Carlos III y la llegada del grueso del Ejército Real. Éste tomaría militarmente las calles de Madrid y ejecutaría a varios cientos de partícipes o sospechosos de partícipes en la revuelta, como represalia, ejemplo para el futuro y apareciendo los cuerpos asesinados a las afueras de la villa, hecho no demasiado recogido por la historiografía por su no oficialidad.
La Constitución de 1812 y sus ansias reguladoras, centralizantes y supraestatistas reduce aún más la jurisdicción y decisiones del concejo tanto abierto como cerrado, quedando las alcaldías instauradas elegidas por sufragio universal masculino sobre candidatos oficiales (burgueses o nobles) o directamente colocados desde el gobierno civil elegido por Madrid, defendido por progresistas o moderados respectivamente. Serán los primeros quienes en 1855, con la desamortización del ministro de Hacienda, Madoz, destruyan el autoabastecimiento agrario al arrebatar a los pueblos los bienes comunales, propiedad de los respectivos vecindarios, para venderlos a particulares (de nuevo nobles y burgueses) y con ello financiar la construcción de la red ferroviaria, utilizada para reforzar el centralismo estatal y reprimir más rápida y eficazmente movimiento heterodoxos. La destrucción del mundo rural y su autonomía se acentúa con la II República y el Franquismo, aprobando la posterior primera legislatura “socialista” de Felipe González la Ley Reguladora de las Bases de Régimen Local (1985) y el Real Decreto de Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de la Entidades Locales (1986), que relegan al concejo abierto a una asamblea pseudo-representativa con al menos un tercio de asistentes, de poder decisorio en determinados aspectos, con el uso del voto mayoritario y mecanismos burocráticos tales como firmas de documento público ante notario que evidencian su domesticación e institucionalización, que llega en el norte de Castilla y de León hasta la actualidad en un número no muy superior a un millar de diminutas localidades.
En el marco de la reforma protestante en Europa central surge un grupo de cristianos heterodoxos perseguidos por sus postulados antiautoritarios por católicos y luteranos indistintamente: los anabaptistas. Herederos de diversas herejías perseguidas siglos antes (entre ellas los Hermanos Apostólicos de Dulcino, asesinados en masa por el Vaticano a inicios del siglo XIV, que propugnaban una sociedad rural asamblearia con propiedad comunal y fraternidad e igualdad de sexos), se oponían al bautismo en la niñez en pro de la libertad de elección del individuo. La primera vez que pusieron en práctica su ideario fue en la Rebelión de Münster, en Renania, cuando los anabaptistas se hicieron con el control de la ciudad, llegando para encabezar políticamente la rebelión Jan Matthys, que constituyó la ciudad en asambleas barriales, comunalizó bienes y abolió la moneda. A su muerte, la Rebelión deriva en autoritaria hasta su final al año siguiente, destruida por rivalidades internas y los continuos ataques de las tropas del obispo de Münster. Pese a su persecución, los anabaptistas prosiguieron con los siglos, encontrando un buen caldo de cultivo en el norte de América, donde crearon sus comunidades idílicas a partir de los siglos XVIII y XIX. La comunidad más famosa por su extensión y permanencia actual es la Amish, localizada en la costa este de Estados Unidos, que mantiene los métodos asamblearios y horizontales de sus antepasados, pero con un estricto control teológico y códigos de comportamiento y vestimenta irrebatibles desde dentro de la comunidad.
En el contexto de la Revolución Inglesa (1640 – 1658), un grupo de comunalistas cristianos surge al amparo de la victoria del republicano autoritario Oliver Cromwell, y como la escisión más radical de los Levellers (Niveladores, con un programa político parecido al de la actual progresía liberal): los Diggers (Cavadores), fundados en 1849 por Gerrard Winstanley. Por su oposición a las Leyes de Cercamiento decretadas por Cromwell para limitar la propiedad de la tierra a favor de la nobleza, pues ellos proclamaban una sociedad agraria asamblearia con participación directa de todos sus componentes, fueron reprimidos por Cromwell hasta su total extinción en 1652, cuando la mayoría son asesinados o huyen hacia las colonias inglesas de la costa oeste de Norteamérica, donde serían precursores de doctrinas evangelistas asamblearias venideras, ayudaron al municipalismo cuáquero y amish y conectaron e inspiraron en los años 60’ el comunalismo hippie.
En el mismo contexto de los Diggers surge la Sociedad Religiosa de Amigos o cuáqueros, por el disidente George Fox, encarcelado por blasfemia varias veces por la República inglesa. Tras el retorno de la monarquía inglesa en 1658 prosigue la represión contra los cuáqueros, logrando en 1677 un rico fiel, William Penn, permiso para establecer colonias cuáqueras en el territorio de Norteamérica que llevaría su nombre: Pennsylvania. Allí pusieron en práctica un modelo de asambleas horizontales sin distinciones de género con poder decisorio para regular la vida comunitaria municipal, tomando las decisiones por consenso, que momentáneamente derivaría en autoritario fruto de algunos desórdenes y las pretensiones estatistas de Penn, más tarde retornando a nivel comunitario. Influenciarían con sus metodologías al movimiento antinuclear y al antiglobalización desde los años 80’ del siglo XX.

Tras la mortífera Revolución Francesa que transforma la estructura estatal en parlamentaria para favorecer el nuevo orden liberal, su ideario se expande por Europa de la mano de su estandarte autoritario, Napoleón Bonaparte. Éste se encuentra con oposición dura al invadir la Península Ibérica con apoyo de la Monarquía española, creándose asambleas a lo largo del territorio que reciben el nombre de Junta, término comunero ya manipulado institucionalmente por Felipe II y ahora resucitado por las élites locales y el liberalismo. En un principio con presencia de capas bajas urbanas y agrarias y articulándose desde abajo hacia arriba, desde la junta local y la provincial hasta la Junta Suprema del Reino, en el transcurso se elitiza y excluye a las clases bajas, burocratizándose y lanzándose como propuesta de un nuevo Estado que termina optando por el modelo de organización liberal por considerarlo capaz de vencer al napoleónico y mejorar el sometimiento de la población. Ello queda recogido en la Constitución de 1812, que establece el sistema parlamentario español, destruyendo toda iniciativa popular política asamblearia posible. El recurso a juntas en conflictos políticos será frecuente en todo el siglo XIX español, en sublevaciones, pronunciamientos o revoluciones como en 1820 (liberal), 1836 (progresista), 1840 (progresista), 1848 (republicana) o 1854 (progresista) entre otras, sin olvidar la Revolución de 1868, mal llamada democrática, pues repite los cánones dirigistas y autoritarios de 1812 a un nivel de mayor sofisticación de la dominación. Estas asambleas-juntas siempre fueron intervenidas y manipuladas por los militantes de los partidos progresista y democrático, logrando con ello manipular a la población baja urbana para que ésta los ayudara en sus pretensiones políticas. Este hecho no es único del Estado español, pues ocurren hechos similares en otros hitos de la primera mitad del siglo XIX europeo, tales como el intento obrero de tomar la Asamblea Nacional en París en 1848 al convertirse en instrumento de la burguesía republicana francesa, o la elitización del parlamento nacionalista de Frankfurt en el mismo año.
En la segunda mitad del siglo entran en escena las corrientes socialistas marxista y anarquista, tras unas décadas de propuestas socialistas desde escritores y políticos, entre ellas algunas propuestas asamblearias, como las del empresario británico Owen o las de los escritores franceses Cabet o Fourier. En 1864 tiene lugar la apertura de la Asociación Internacional de Trabajadores, para establecer líneas coordinadas de acción anticapitalista entre los diversos movimientos obreros del mundo. Su funcionamiento inicial consiste en una amplia federación de colectivos, depende de su número federados o no en su mismo Estado, y éstos federados a su vez en la propia estructura de la AIT, a la que delegados, no representantes, exponen textos y propuestas redactados por su respectiva sección ordenada y reguladamente por las directrices decididas asambleariamente de la AIT. Tras los días de duración de cada Congreso de la AIT, cada delegado retornaba a su ciudad y exponía ante su organización lo debatido en la AIT, para volver a subir lo discutido en cada grupo en el próximo Congreso, con periodicidad anual. A partir de 1872 surgen debates tensos en la AIT cada vez más polarizados por dos personajes: Marx, ideólogo del marxismo, y Bakunin, uno de los primeros ideólogos del anarquismo moderno. Entre los diversos puntos en los que se contraponen directamente está el propio funcionamiento de la AIT: mientras que el antiautoritario Bakunin propugna que ésta funcione descentralizadamente, con el mencionado sistema federativista y mediante delegados o portavoces, Marx apuesta por una AIT que dicte las órdenes al resto de federaciones, centralista y usando representantes. La pugna terminaría en 1874 con la expulsión del sector de Bakunin, a nivel global en minoría respecto al contingente marxista, pero a nivel federal hegemónico de federaciones como la suiza, italiana, rusa y española.
Durante los mejores años de la AIT tiene lugar la Guerra Franco-prusiana en 1870 – 1871, que termina con la derrota francesa frente a la expansionista y nacionalista Prusia de Bismarck. En París, donde confluyen la propaganda radical republicana y los postulados obreristas de la AIT, estalla en marzo de 1871 una revuelta contra las autoridades de la nueva III República francesa que configura la llamada Comuna de París, efímero experimento revolucionario a medio camino entre el dirigismo y el asamblearismo. En sus dos meses y medio de duración, la población urbana parisina se configura política y territorialmente en asambleas de barrio unidas mediante delegados en la Commune, Concejo Comunal o ayuntamiento de París, donde se aprueban las medidas extenuadamente debatidas. Éste se compone de 92 delegados elegidos por votación directa y de diversa tendencia política, desde republicanos reformistas hasta internacionalistas (marxistas y anarquistas, aún no peleados). Estas asambleas no tienen la total potestad, sino que el Concejo es elegido mediante sufragio universal masculino para mayores de 21 años, repitiendo roles del sistema parlamentario burgués y su respectivo dirigismo. No obstante, surgen diversas asambleas que se ramifican en ámbito laboral y barrial, pues los obreros toman las fábricas y los vecinos establecen la autonomía barrial, si bien la mujer carece de voto y capacidad de ser un cargo público, pese a defender la Comuna con las armas. Entre sus medidas destaca una legislación laboral obrerista, abolición de la guillotina, educación popular y uso de las parroquias para las decenas y decenas de asambleas diarias de debate político que había a lo largo de París. Desde la segunda semana de Comuna el Ejército Francés republicano al mando de Mac-Mahon atacó virulentamente la Comuna, que se defendía con el cuerpo voluntario miliciano llamado Guardia Nacional. En mayo lograrían entrar en París e iniciar una brutal represión que acabaría con 20000 comuneros (junto a 10000 más muertos durante los ataques) y el desmantelamiento total del Concejo Comunero, así como miles de deportaciones, presos y exilios políticos.
En julio de 1873, tras décadas de propaganda republicana burguesa y una incipiente llegada de la AIT con su sección española, la bakuninista Federación Regional Española, tiene lugar una revolución federalista y asamblearia principalmente focalizada en la zona de Valencia, Murcia y Andalucía, llamada Revolución Cantonal en alusión a los cantones, formas de gobierno local principalmente asambleario. Ésta estalla tras la Revuelta del Petróleo de Alcoy, sede de la FRE, en la que un conflicto con el ayuntamiento desemboca en su toma y la instauración de un gobierno local asambleario, hasta su destrucción mediante la rápida llegada de soldados en tren desde Madrid. Para entonces, la Revolución se había extendido por los lugares comentados, siendo protagonizada en varios lugares por libertarios internacionalistas (Alcoy, Valencia, Sanlúcar de Barrameda, Málaga…), pero principalmente por republicanos llamados “intransigentes”, federalistas partidarios de la creación de un Estado de abajo hacia arriba federativamente, contrapuestos a la I República de Madrid, federalista desde la capital hacia el resto, idea del presidente de la República inicial represor del cantonalismo, el mal llamado “socialista” Pi i Margall. Pese al fin estatista de los intransigentes, las poblaciones municipales se agrupan mayoritariamente en asambleas decisorias de todo el vecindario, incluyendo mujeres en muchas de ellas, en los ayuntamientos, donde deciden sus objetivos e ideario político. La rápida represión mediante el Ejército y la Guardia Civil en raíles ferroviarios impidió que estas asambleas se federaran, durando la mayoría no más de dos semanas, quedando la experiencia casi abortada en agosto, con la excepción del asambleario cantón malagueño, que caería en septiembre; y el Cantón de Cartagena, compuesto por republicanos burgueses partidarios de medidas sociales, de carácter dirigista autoritario parlamentarista, con un ejército militarizado (frente al modelo miliciano de la mayoría de cantones) protagonista de “expediciones” militares para llevar el cantonalismo a los pueblos cercanos, y que terminaría rindiéndose tras un inhumano bombardeo republicano en enero de 1874.
Tras la derrota cantonal, la FRE es culpada como instigadora, prohibida y perseguida. En el último cuarto de siglo florecen multitud de grupos libertarios de carácter federalista y asambleario, normalmente federaciones divididas en ramas laborales de carácter sindical con autonomía propia, horizontalidad, mediante votación directa y usando delegados / portavoces en lugar de representantes. En el Estado español se crea la Federación de Trabajadores de la Región Española (1881), como su antecesora, con gran calado en el agro, en especial el andaluz. Mismas palabras sobre su homólogo francés, la Confederación General del Trabajo (CGT). En el caso italiano, libertarios como Errico Malatesta comunalizan pueblos pacíficamente en la región del Benevento, estableciéndose modelos asamblearios que destruye a su paso el ejército italiano. El sindicalismo revolucionario es ideado en 1906 por Sorel, en la Carta de Amiens, y en 1910 surge la anarcosindical central del Estado Español, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), fruto de la federación voluntaria de diversos sindicatos y colectivos obreros de organización autónoma, agrupados en gremios laborales y en adscripciones territoriales, que envían delegados / portavoces a los asamblearios y horizontales Congresos de la CNT mientras mantienen su autonomía, llegando tal funcionamiento hasta la actualidad. Tal metodología se reproduce a escala internacional tras la creación en 1922 de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), donde confluyen desde el principio y hasta la actualidad diversas organizaciones anarcosindicalistas de funcionamiento igual o parecido al de CNT, con una asamblea general donde confluye cada sección, uso del método de debate asambleario dicho y una secretaría general rotativa que cae azarosamente en alguno de los estados donde tiene presencia una sección.

En 1903 tiene lugar una desconocida revolución en Macedonia, por entonces sometida al dominio turco del Imperio Otomano. Los nacionalistas libertarios búlgaros se sublevan en agosto por la independencia de la región a la vez que los nacionalistas burgueses, pero mientras los últimos constituyen un gobierno provisional al estilo liberal-parlamentario, las poblaciones de la zona insurrecta, autónomamente y sin imposición anarquista, toman el poder local, comunalizan la economía y transforman la organización política en asamblearia y horizontal. Con ayuda económica extranjera, el Imperio Otomano reúne un nutrido ejército y arrasa las 200 aldeas liberadas, dejando a unas 70000 personas sin casa y diezmando la insurrección, que termina abortada.
Dos años después, en 1905, fruto de la derrota rusa frente a Japón en Port Arthur por motivos imperialistas, tiene lugar una revolución en la Rusia zarista, iniciada tras el asesinato de mujeres y niños en una manifestación a las puertas del Palacio de Invierno de Nicolás II. Rusia se llena de asambleas horizontales decisorias mediante votación directa, y compuestas por soldados, obreros y campesinos que se autoerigen como poder popular frente a la autocracia zarista, llamadas soviets. En el mar tienen lugar motines entre la marinería, que depone a la oficialidad y se constituyen en consejos de igual funcionamiento, siendo el ejemplo más destacado el del Acorazado Potemkin. El zarismo soluciona el conflicto estableciendo la Duma (Parlamento) para atraerse a la burguesía y atemperar victoriosamente la protesta. Tal sistema no es más que un parche que termina estallando fruto de la crisis económica y política que propicia sobre el Imperio Ruso la Primera Guerra Mundial, teniendo lugar otro estallido revolucionario en febrero de 1917, que proclama una República liberal-representativa que relega el poder de los sóviets surgidos en los primeros días de la revolución. Éstos van adquiriendo cada vez más simpatías y poderes, funcionando mediante el sistema de portavoces / delegados en el I Congreso de Soviets Panrusos de Petrogrado, capital de Rusia y actual San Petersburgo, en junio del mismo año. Entre sus reivindicaciones está el cese de la guerra, el reparto de tierras y el fin de las hambrunas, así como el poder político recaído en ellos, propuestas que asume como propias Lenin, el líder del marxista-leninista Partido Bolchevique, que ve en los sóviets un potencial revolucionario con el que llevar a cabo sus deseos estatistas. En septiembre de 1917 uno de sus hombres, Trotsky, se hace con el sóviet de Petrogrado, dirigiéndolo acorde a los intereses de su partido, mientras el segundo más importante, el de Moscú, prosigue como asambleario y con un importante contingente libertario. Con el sóviet de Petrogrado los Bolcheviques logran tomar el Palacio de Invierno en octubre, deponer al gobierno provisional y erigirse como los nuevos dirigentes de Rusia.
Durante el primer año y medio de Revolución Soviética, el poder recae sobre dos organismos distintos y cada vez más confrontados: el gobierno bolchevique y los sóviet. Los sóviets sufren cada vez más desde octubre de 1917 la infiltración y sabotaje de los bolcheviques, tras copar el II Congreso de Sóviets Panrusos del día siguiente a la toma del poder, y una vez infiltrado, los usa como elemento legitimador tras clausurar la Duma en enero de 1918. En el verano de 1918 el III Congreso ya está plenamente institucionalizado y acepta lo que desea Lenin. Quedan reductos aplastados por la fuerza, como el de Moscú, o el este Ucrania, donde se suceden experiencias de colectivización y asamblearismo por parte de los campesinos ucranianos reunidos en sóviets originales, agrupados en torno a Guliai-Polié y con el semi-jerarquizado y campesino Ejército Negro, comandado por Néstor Makhno. Tras dos años de Guerra Civil Rusa (1919 – 1921), esta federación de localidades de funcionamiento asamblearia sería destruida por el Ejército Rojo de Trotsky, una vez arrasado el modelo de milicias asamblearias que imperaba antes de la guerra, y autor también de la destrucción de los sóviets rurales mediante el ejército y el ferrocarril, aprovechando la coyuntura bélica. En marzo de 1921 se subleva la base naval de Kronstadt contra el autoritarismo bolchevique, siendo aniquilada por el Ejército Rojo en las semanas posteriores. Tal base se hallaba junto a la comuna de Kronstadt, ciudad revolucionaria a la vanguardia desde 1917, y uno de los mejores ejemplos de sovietismo asambleario: la ciudad se administraba y autoabastecía mediante sóviets de bloques de vecinos que elegían a delegados para el sóviet del barrio, que a su vez elegía delegados al sóviet de distrito, y de aquí se subía al Sóviet Supremo de Kronstadt, donde participaban tanto la población civil como la marinería. En la Rebelión de Kronstadt, pese a ser difamada por la prensa bolchevique, participaron activamente desde bolcheviques hasta libertarios, con el punto en común el deseo de una sociedad asamblearia regida por los sóviets libres no manipulados por el Partido Bolchevique. La mayoría de los partícipes murieron en combate o fueron fusilados, escapando una minoría a Finlandia que relató lo sucedido.
Los ecos de la Revolución Soviética llegan un año después al Imperio Alemán, donde en el contexto de la derrota bélica en la Primera Guerra Mundial, estalla en noviembre de 1918 una revolución basada en consejos (sóviets igualmente) surgidos autónomamente por los soldados y obreros descontentos en diversos puntos de Alemania. En éstos confluyen libertarios, y en especial comunistas influidos por las doctrinas de la Liga Espartaquista, dirigida por Rosa Luxemburgo, diferenciada de Lenin por su concepción revolucionaria no vanguardista, partidaria de una revolución de las masas de abajo hacia arriba agrupadas en consejos, tal y como se da inicialmente esta revolución. Tras dos meses de insurrección permanente en los que el Imperio Alemán pasa a ser la República de Weimar, en enero de 1919 los espartaquistas, diversos consejos de obreros y soldados y algunos grupos comunistas más se lanzan en Berlín a la conquista del poder y el establecimiento de una República de Consejos, fallando en el intento e iniciándose una dura represión desde el parlamentarismo defendido por el Partido Socialdemócrata, que lanza a la policía, la ultraderecha y el ejército contra ellos, asesinando también a sus principales ideólogos, incluyendo a Luxemburgo, y desmantelando del mismo modo las experiencias de conquista política de municipios y regiones mediante consejos. Durante y tras este experimento revolucionario abortado surge como culmen de la configuración del pensamiento de Luxemburgo el comunismo consejista, que propugna, desde planteamientos marxistas, la elaboración de un modelo estatal organizativo socialista mediante consejos de todo tipo (obreros, vecinales, militares, campesinos…) federados desde abajo hacia arriba y sobre los que cae realmente el poder.
En Hungría también en noviembre de 1918 estalla otra revolución tras protestas en la calle contra el nuevo gobierno socialdemócrata, constituyéndose consejos al estilo soviético inicial en poblaciones tomadas o fábricas ocupadas, que más tarde absorbería el Partido Comunista Húngaro. Tras una fallida reforma agraria y una represión subsiguiente a las protestas, a mediados de 1919 un ejército rumano destruye la breve República Soviética de Hungría y se establece una monarquía autoritaria en Hungría. En los años siguientes a la Revolución Soviética tienen lugar en Europa más experiencias de corte asambleario fascinadas con lo logrado en Rusia. Entre éstas serían destacables las ocupaciones de fábricas en el norte italiano en el bienio 1919 – 1921, que arrebataron la gestión a los patronos y pasaron a ser administradas por consejos obreros, o el llamado “Trienio Bolchevique” andaluz, donde imperaron las asambleas campesinas donde se decidían las tomas del poder local, los incendios de ayuntamientos y archivos penales, las ocupaciones de tierras y las defensas y ataques sobre Ejército español y Guardia Civil.
Diez años más tarde de la fallida experiencia húngara, la Federación Anarquista Coreana, en el contexto de lucha guerrillera contra la invasión japonesa se logra conquistar la provincia de Shinmin, al este de Manchuria (actual China), teniendo lugar entre 1929 y 1931 colectivizaciones de tierras y asambleas locales. Éstas se hubieran federado hasta nivel provincial, con una asamblea coordinadora de localidades para establecer líneas económicas y políticas comunes. Como consecuencia del inicio de una guerra contra el Imperio Japonés y la Unión Soviética de Stalin por motivos imperialistas sobre la provincia, tal federación se estableció desde arriba hacia abajo, y las milicias locales se jerarquizaron en un ejército convencional. Desde finales de 1930 la guerra declina claramente a favor de las potencias imperialistas, y los libertarios coreanos son derrotados militarmente con la ofensiva simultánea ruso-japonesa, abortándose el asamblearismo y pasando los supervivientes a la clandestinidad.
En 1936 estalla una Guerra Civil en el Estado español tras una parcialmente fallida intentona golpista militar que en buena parte sofocan fuerzas obreras, principalmente anarcosindicalistas, marxistas y campesinos y obreros sin adscripción ideológica definida. En Cataluña, Valencia y Aragón principalmente ambos grupos se hacen con las fábricas y las tierras ante la huída de sus propietarios legales y labran la infraestructura económica para un modelo político asambleario. En las ciudades catalanas principalmente (Barcelona, Tarragona, Reus…), con impero de la CNT y del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), comunistas revolucionarios, se establece un modelo político asambleario dividido, como en ejemplos anteriores, en gestión política y económica. En la primera, se realizan asambleas de bloques, barrios y distritos, que no terminan de cuajar, por lo que no existen en todas partes, al renunciar por motivos políticos los libertarios a hacerse con el control político total a favor del frente unido contra el fascismo. En la segunda, se establecen asambleas que coordinan las ramas laborales en la ciudad, mientras se crea la Federación Regional de Colectividades de Aragón en febrero de 1937, pero mejor coordinación entre colectividades agrarias, con respectivo control asambleario en la mayoría de los casos del poder local, ahora también asambleario. Las decisiones se tomaban mediante votación, teniendo lugar obligatoriamente al menos una asamblea mensual local o laboral. Sus decisiones se subían a las asambleas de coordinación comarcal o regional de colectividades agrarias, y en un tímido intento en las asambleas de fábricas, que no lograron tanta coordinación. Tales decisiones se bajaban a discutirse, pero quedando siempre la autonomía plena de cada sección. Mientras tuvieron grandes logros en el terreno económico, en el político se encontraron con el permanente boicot de grupos políticos del bando republicano, en especial del Partido Comunista de España, siguiendo las directrices políticas de Stalin.
En mayo de 1937 las tensiones derivadas culminarían en un enfrentamiento con epicentro en Barcelona, donde las fuerzas de CNT-POUM y sus filas obreras serían derrotadas en combate y políticamente traicionadas por los “altos dirigentes” de la CNT, en un proceso de pugna interna y retraimiento de su asamblearismo inicial. En agosto de 1937, perdida la hegemonía de los revolucionarios, serían militarmente atacadas las colectividades y destruidas, dándose por finalizada la experiencia. También tuvieron lugar anteriormente experiencias asamblearias en localidades de Guipúzcoa (hasta septiembre de 1936), Málaga (hasta octubre de 1936) algunas en Cantabria (hasta agosto de 1937) y especialmente en Asturias (hasta octubre de 1937), siendo, salvo en el caso malagueño, definitivamente destruidas por la entrada militar de Franco. Durante el resto de la guerra, las experiencias asamblearias nacidas de su inicio se mantuvieron muy débiles y siendo un reflejo carcomido de lo que fueron, ni siquiera dentro de CNT, donde hubo intentos autoritarios de jerarquizar el movimiento libertario e incluso hacer un partido de él. Finalmente, la guerra terminó en abril de 1939 con la victoria del Ejército Nacional de Franco.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945), el conflicto mundial se polariza en la lucha entre dos Estados autoritarios: EEUU y la URSS, con sus respectivos satélites. Las experiencias teóricas asamblearias quedan relegadas hasta entrados los años 60’, ahogadas indistintamente por Estados socialistas y capitalistas. El principal exponente va a ser la Internacional Situacionista, creada en 1957 de las cenizas de la Internacional Letrista, y con el filósofo y cineasta francés Guy Debord como cabeza principal. Sus referentes políticos fueron indistintamente los libertarios de la Guerra Civil española y el comunismo consejista e ideólogos marxistas como Georg Lukács. Sus principales propuestas entre toda su diversidad eran la creación de consejos obreros, estudiantiles y de todo tipo como oposición al Estado y una propuesta alternativa en positivo.
Se considera con frecuencia que fueron percusores de mayo de 1968, que si bien propiciaron en buena parte el asamblearismo, éste ya había sido puesto en práctica en los años previos en movilizaciones obreras y en el naciente movimiento estudiantil universitario. En marzo de 1968 una agrupación universitaria de Nanterre decide encerrarse indefinidamente en su facultad protestando por el autoritarismo del sistema político universitario, entre otras cosas. La situación se recrudece en los dos meses siguientes y a inicios de mayo estalla en una violenta revuelta, multitud de detenciones de universitarios y disturbios en la Sorbona y el Barrio Latino de París. A partir de aquí se une la clase obrera, constituyendo asambleas autónomas en fábricas que declaran la huelga y/u ocupan la fábrica. Surge un estallido asambleario en todo el Estado francés con epicentro en su capital, con asambleas de facultad, fábricas, asambleas vecinales… sobre qué estrategias seguir, metodología y en especial de debate político. Una confluencia entre represión estatal y paramilitar (que dejó un muerto en las barricadas del Barrio Latino), criminalización mediática y la traición de un sector potencialmente revolucionario (el de grupos políticos trotskistas y obreristas en general, y sindicatos como la propia CGT, en los reformistas Acuerdos de Grenelle) hicieron decaer el movimiento, que para julio estaba casi extinto.
La Internacional Situacionista se disuelve tras multitud de abandonos y escisiones en 1972, pero de sus ecos y de los del mayo francés surgen diversas experiencias asamblearias más que recibirían el nombre de “Autonomía Obrera” o “Movimiento Autónomo”. Entre éstas destaca el Otoño caliente italiano, con ocupaciones de fábricas en 1969 y posterior represión, el movimiento obrero y antinuclear alemán, o parecidas luchas en el caso francés, español e inglés, fruto del desprestigio de la socialdemocracia, los partidos comunistas tradicionales y las viejas centrales sindicales. En los casos francés, inglés y español el asamblearismo va a conectar con la lucha armada: en 1970 surge en Inglaterra la Angry Brigade, desmantelada tras varias detenciones en 1972, y en 1971 surge en Cataluña en Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), igualmente desmantelado por multitud de detenciones y herido de muerte en su segundo año de vida tras el asesinato por parte del aparato franquista de uno de sus militantes, Puig Antich. Parte de sus militantes pasaron a ingresar a los Grupos Armados Revolucionarios Internacionalistas (GARI), creados en 1974 y realizadores en el Estado francés de acciones de solidaridad con los presos del Franquismo. Este grupo conectaría en 1979 en la creación de Action Directe, de procederes más radicales y mortíferos que pondría en jaque al Estado francés durante varios años, y que fruto de la represión y la crisis de la autonomía obrera terminaría disuelto en 1987. Antes, fruto de la confluencia entre el ideario obrero asambleario recalcitrante tras la muerte de Franco y las pretensiones abertzales de buena parte de la sociedad vasca surgen los Comandos Autónomos Anticapitalistas, con su base en las asambleas de fábrica y realizadores de diversas acciones contra el capitalismo y el Estado español. Opuestos igualmente al dirigismo de Euskadi Ta Askatasuna (ETA) y la socialdemocracia de la KAS Alternatiba, la crisis de la autonomía obrera, la oposición del restote la izquierda aberzale y el asesinato en 1984 de cuatro de sus militantes por el Estado tras matar a uno de los ideólogos “socialistas” de los Grupos Armados de Liberación (GAL), quedaron reducidos a la nada. De estos grupos, todos se caracterizaban por procederes asamblearios y la acción directa sin negociación ni representantes contra el Estado, desde ocupaciones de fábricas, lanzamiento de cócteles molotov, colocación de explosivos o el asesinato político en algunos casos, y en su discurso coincidían enormemente con planteamientos libertarios, si bien nunca se definían como ácratas. En los años 80’ la autonomía obrera entraría en crisis tras causas comentadas, conectando ésta con el Bloque Negro, creado en tales años en Alemania, donde la autonomía en estos años entró en fase recalcitrante, y compuesto por asambleas organizadas para llevar a cabo enfrentamientos contra la policía, y conectando también con el amplio, combativo y naciente movimiento okupa alemán.
En América Latina la Autonomía Obrera llega con mucha resonancia, destacándose el movimiento estudiantil y obrero asambleario en países como Argentina, Venezuela, Perú, México… en este último Estado brutalmente reprimido (al igual que en los demás) en la conocida Matanza de la Plaza de Tlatelolco antes de la Olimpiada de 1968. En Chile el movimiento autónomo adquiere relieve a inicios de los 80’, contra la dictadura de Pinochet, conectando en los años 90’ con el recalcitrante movimiento anarquista. Con buena influencia consejista tiene lugar en enero de 1994 un levantamiento campesino indígena en el Estado mexicano de Chiapas llevado a cabo por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el llamado “Subcomandante Marcos” al frente. Se toman varias regiones de Chiapas y se consolida en ellas el zapatismo una vez se ve imposible avanzar hacia la capital del Estado, México D.F. En los dos siguientes años impera la pugna política y el enfrentamiento armado casi paralelamente, pero desde finales de 1995 los zapatistas comienzan a crear, al resignarse a tener la hegemonía sólo en Chiapas, nuevos sistemas organizativos en su territorio basados en comunidades agrarias indígenas de funcionamiento horizontal y asambleario. Se trata de los Aguascalientes, demarcaciones territoriales de gran tamaño que adquieren su nombre del Estado que a finales de 1914 albergó a las fuerzas más izquierdista de la Revolución Mexicana (1910 – 1920): los anarquistas/magonistas y los partidarios de Pancho Villa y Emiliano Zapata, de quien adquieren su nombre los zapatistas. Estos Aguascalientes funcionan como una Comuna ocupada a nivel gigante, gestionándose asambleariamente servicios públicos (agua, electricidad, educación, infraestructuras), decisiones políticas, migraciones… Se declaran opuestos y al margen del Estado mexicano, y su sustento militar son las milicias del EZLN, que a su vez viven y participan en dichos espacios. Se constituyeron seis, extrapolándose el modelo organizativo a otros movimientos sociales y políticos mexicanos, como a espacios tomados por estudiantes en la Universidad Nacional Autónoma de México, manzanas-okupa u ocupaciones rurales. Los Aguascalientes sufrirían el acoso de las Fuerzas Armadas mexicanas, y en especial de sus paramilitares, protagonizando ataques como la Matanza de Azteal, donde fueron asesinados 45 campesinos. En 2003 los Aguascalientes cambiaron de nombre a Caracoles, fruto de las negociaciones avanzadas con el Gobierno Federal, respetándose la autonomía indígena, la demarcación y avanzando en el municipalismo, aunque con la aparición de unas primeras instituciones políticas con no mucho poder.

En diciembre de 2001 la Caja de Ahorros Corralito se hunde en Argentina tras un período de recesión económica, estallando una crisis económica y política sin precedentes que el gobierno de Fernando de la Rúa ataja mediante represión policial, que provoca 39 muertos. Tras las jornadas de saqueos espontáneos de los días 19 y 20 se decreta el Estado de sitio y el gobierno dimite. Desde enero del año siguiente, ante el vacío y/o descrédito del gobierno federal de Argentina surgen asambleas barriales, en especial en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe (llegando a noventa en algunas localidades) con procedimientos asamblearios horizontales, y en diversos lugares con un discurso anticapitalista y antipartidos buscando la autonomía plena de la identidad de vecino o vecina indistintamente. No son los ciudadanos, sino los vecinos quienes llevan a cabo las asambleas, con el objetivo de atajar la situación con poder desde la base, si bien muchos de sus componentes pretendían subvertir el orden en sí mismo, destacándose el movimiento libertario argentino. Con el paso de los años, la recomposición económica y la manipulación mediática tales asambleas comienzan a reducirse en personal, perviviendo pocas de ellas hasta la actualidad.
Uno de los ejemplos de la oleada asamblearia durante la Guerra Fría aún en pie corresponde a la Ciudad Libre de Christiania, barrio dentro de Copenhague inaugurado en 1970 tras el derribo de una valla para que jugaran los niños. Desde 1971 el terreno, anteriormente del Ejército, va siendo ocupado por población que recibe cada vez más acoso policial. En los 90’ se llega a un acuerdo con el gobierno danés que les cede autonomía a cambio de un impuesto simbólico. Su actual vecindario construyó sus propias viviendas de ladrillo o chatarra, dotándolas de pintadas y llevando a la ciudad un compromiso ecologista ejemplificado en el reciclaje de residuos y agua y el uso de energías renovables. Las decisiones (que van desde la gestión diaria de recursos hasta su propia moneda y bandera) se toman en asambleas comunes horizontales. Entre las medidas decididas destaca la prohibición de drogas duras dentro del barrio y el impero del uso de un espacio sobre su propiedad privada. Actualmente continúa siendo un referente asambleario y libertario mundial.
En la actualidad perviven fruto de la herencia de las últimas décadas multitud de experiencias asamblearias. Podemos citar a nivel europeo al movimiento contra el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) o “Plan Bolonia”, contra el que se llevaron a cabo multitud de nutridas asambleas horizontales y en mayor o menor grado coordinadas en la mayor parte de los países miembros de la Unión Europea entre inicios de 2008 y mediados de 2010, como último ejemplo del asamblearismo que suele imperar en el movimiento estudiantil ante cualquier movilización (procedimiento que en el Estado español data ya de finales del Franquismo, con repuntes a finales de los 70’, en las huelgas estudiantiles de 1986-87 y las movilizaciones contra la Ley Orgánica de Universidad de 2001), que sigue resistiendo los intentos de instrumentalización de partidos, sindicatos o asociaciones estudiantiles vinculadas a éstos. Otros ejemplos los tenemos en los diversos colectivos libertarios, desde tradicionales anarcosindicalistas hasta anarcopunks veganos libres de drogas, pasando por grupos de trabajo diversos (anticarcelarios, centros de menores, movimiento queer, grupos de afinidad de acción, autónomos…) que tienden a operar por coherencia con su propia ideología asamblearia y horizontalmente, tanto internamente como al colaborar con otros colectivos en plataformas o coordinadoras, bajando y subiendo las propuestas y usando el consenso en lugar del sufragio. Por último, podemos destacan el fenómeno de la okupación, que desde su inicio y hasta la actualidad, con pocas excepciones (centros institucionalizados o monopolizados por partidos políticos), se ha mantenido fiel a su ideario asambleario para tratar desde la gestión del espacio hasta el debate político entre individuos.
Y por último, en mayo de 2011 surgen diversas asambleas en todo el Estado en protesta por la situación política vigente, finalmente remitido a asambleas de barrio, que ha venido en llamarse “Movimiento 15-M”, aludiendo a la manifestación que fechó su inicio, y que no innova en los procederes asamblearios ya ocurridos en la historia y comentados aquí, pero que se nutre de ellos con una metodología propia, y a cuyo devenir asistiremos posteriormente a la creación de este texto.

Continuará…

– Junta A

El ColECtiVo

Posted in Uncategorized on octubre 11, 2011 by Junta-A

¿Quiénes somos?

Junta-A

Somos un colectivo de personas que nos reunimos para aprender y compartir
ideas en torno a modos de auto- organización alternativos a los modelos de
organización jerárquicos y autoritarios.

Queremos analizar su historia, desarrollo, evolución y aplicación actual
para poder entender mejor la realidad que queremos construir en torno a
ideas libertarias.

En nuestro blog encontrarás un resumen del contenido de nuestras quedadas
(a las que te invitamos a venir),charlas, noticias de eventos y
encuentros, y varios links.

Nos reunimos en el CSO Casablanca cada 15 días, en un día de la semanay hora aún por determinar.

Salud.

Junta A.

 

Charla ‘Asamblearismo en la historia’ por Félix Rodrigo Mora y presentación del colectivo Junta A.

Posted in Actividades on octubre 11, 2011 by Junta-A